domingo, 3 de abril de 2011

De cómo uno piensa que está imitando a Nuestro Señor y practicando la compasión, pero todo es un engaño...

Ahhh, ¡la cólera! Todos la hemos sentido más de alguna vez, y en distintas circunstancias: algunas veces por berrinche, otras con motivación suficiente y no faltan las que sólo son por costumbre. También la hemos sentido hacia distintas personas: el busero que casi le lleva a uno el retrovisor del carro, la señora tortillera que no tiene listo el pedido cuando uno llega (aunque se lo haya encargado una hora antes por teléfono), el vecino borracho que despedaza la canción “My way” a todo volumen mientras uno tiene que estudiar, y así. Pero lo más fregado de todo es cuando uno tiene cólera con motivos suficientes, y no es contra un tercero, sino contra uno mismo. Sí, hijos, en esas ando yo. Veamos si me doy a entender…

En los últimos meses me la he pasado en un proceso largo y tortuoso de depuración. Durante todo ese proceso, más que cólera contra mí, sentía cólera contra otra persona que, digámoslo así, no me trató del todo bien al final de cuentas. Hasta hace unos 15 días, en un aparente momento de lucidez espiritual, logré perdonar y dejar de sentir esa cólera, creo yo que con toda sinceridad (aunque aún no se lo he comunicado, ni estoy seguro de que tan pertinente sea hacerlo).

La cosa es que hace un par de días, esta persona comenzó a tener problemas, y ahora está pasando por momentos difíciles. Cuando me enteré, no pude evitar la angustia de la situación, y sentí lo que yo definía como “compasión cristiana” por su problema. Eso hasta que alguien me abrió los ojos y me dijo: - Eso no es compasión cristiana, hijo, es que todavía querés a la otra persona-. Lo negué rotundamente, y luego ya no supe qué decir. Después de un silencio continuó: -No tiene nada de malo, no es pecado.

Y tenía razón, no sólo en que no es pecado, también en que no es compasión cristiana la que estoy sintiendo, sino que todavía me preocupo por la otra persona. Y entonces, alguno se preguntará: “Bueno, todo eso es bonito, ¿por qué la cólera?”. Para que se hagan a la idea, dígame alguno de ustedes si no sentiría frustración al querer cuidar y ayudarle a alguien muy especial que está en dificultades, y no poder hacerlo porque va a parecer un interesado, inmaduro, voluble, etcétera. Prácticamente que tengo un tumor de sentimientos en el pecho, y no puedo hacer absolutamente nada con ellos, excepto tragármelos para que me siga dando más cólera. Tal vez en una de esas me pico los ojos para que se me quite.

Que Dios me agarre en confesión.

P.D. Se aceptan consejos.