miércoles, 23 de diciembre de 2009

Post Navideño I: Descubrimientos.

Y sí, aquí estoy escribiendo en pleno 24 de Diciembre. No es que no tenga nada que hacer, pero no podía dejar pasar un post en esta fecha tan importante. Aparte de que hoy es Noche Buena, es un día de descubrimientos:
  • Descubrí que me falta hacer ejercicio. Resulta que subir corriendo las 200 gradas desde el parqueo hasta mi salón de clases (yo le llamaba "Bolivia", por la altura), durante todo el ciclo pasado, no me hizo demasiado efecto. Y conste que las subía corriendo porque iba tarde, no tanto por convicción (sí, yo soy tardista, para los que no saben).
  • Descubrí que mi papá, mientras cocina, hace más comentarios que los que yo hago mientras escribo estos post.
  • Descubrí que ya no me requieren más en la cocina (y eso que yo cocinaba el postre antes).
  • Descubrí que extraño las navidades en casa de mis abuelos paternos. Ahora ya no están con nosotros, pero seguro que pasan mejor estas fechas celebrándolo con el cumpleañero, Nuestro Señor.
  • Descubrí que Jesús lo llena absolutamente todo, y que valdría la pena que este día le hagamos un hueco especial para que nazca tranquilo en nuestros corazones. Una vez le abrimos la puerta, Él no nos deja jamás.
  • Descubrí que el sentido de la Navidad no está en la comida (en todas sus variantes: pollo, chompi-pollo, pavo, jamón, carne asada, etc.), ni en la bebida (agua, gaseosa, sidra, vino, cerveza, "Estrella verde", rompope, etc.), ni en la pólvora (eso es quemar el pisto, ¡aviven!), ni en el frío o en el calor. El verdadero sentido está en "nuestro sol", nuestro Señor y Salvador: Jesús de Nazareth.
Y bueno, me quedo hasta aquí con los descubrimientos. Dispongan sus corazones para el nacimiento de Cristo en esta Noche Buena, y disfruten con su familia y amigos del amor que Él nos trae a regalar.
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P.D. Descubrí que odio las florecitas que salen en vez de los puntos a la par de cada párrafo enumerado. Eso no era parte del diseño original.

martes, 22 de diciembre de 2009

La literatura es como el cubo de la leche de burra...

La semana pasada me di el lujo de leer "Doce Cuentos Peregrinos", de Gabriel García Márquez (libro sumamente recomendable, dicho sea de paso). Y digo que me di el lujo de leer el libro porque el desdichado pasó 12 años sin que nadie lo llevara de cabo a rabo. Resulta que venía en un paquete junto con la "Enciclopedia de Carlitos" (sí, Carlitos Café... Charlie Brown pues). Tomando en cuenta que yo tenía unos escasos seis años, "Doce Cuentos Peregrinos" se me hacía como el patito feo del paquete: una portada blanca con un cesto (tambien blanco) del que salían 12 rosas rojas.

Sin embargo, a pesar de que no era tan llamativo como las enciclopedias ilustradas, le pasé un vistazo al libro y leí el más corto de los cuentos: "Espantos de agosto". Resulta que trata sobre... mejor no les cuento, tal vez así lo leen (jeje). Además de ser el cuento más corto, era el del título más llamativo (por lo menos para mi mente infantil). En aquel entonces, traté de leer los otros cuentos, pero ni los títulos, ni su longitud y mucho menos sus líneas iniciales me llamaron la atención. Decidí dejarlo así. A la larga creo que fue lo mejor.

El lunes de la semana pasada lo vi en el estante de mi cuarto. Seguía con su misma portada: triste, casi gris, con las doce rosas rojas tan frescas como el día en que lo entregaron, doce años atrás. Estaba junto a "Cien Años de Soledad" y "El amor en tiempos del cólera", hermanos de pluma, hijos del mismo padre. No sé si fue producto de la lástima o de la cólera, pero me propuse leer el mentado libro de una buena vez (después de una década, sólo le faltaba llorar para que alguien lo leyera).

La lectura me duró cinco días a horarios intermitentes. El viernes por la tarde, cerca del toque del ángelus de las seis, terminé "Tu rastro de sangre en la nieve", último de los cuentos. Me dejó con una sensación melancólica, sobre todo porque había recibido noticias no muy gratas, y encima había tenido altercados con una persona cercana. Sin embargo, una vez superado el lapsus brutus, llegué a una conclusión: García Márquez es una gloria de la literatura.

Como ya sabemos, Márquez es uno de los máximos exponentes del llamado realismo mágico. En sencillos términos, es un movimiento que recoge ese no-sé-qué de la cultura latinoamericana, que mezcla elementos que a los ojos de un europeo parecerían mágicos, pero que a nosotros nos son cotidianos. Dicho sea de paso que tengo en mente un par de situaciones de éstas que le podrían interesar al escritor colombiano; pero como no sé adónde contactarlo, me las quedo para mí y (si Dios me da vida e inteligencia suficientes) para los libros que escriba (jijijí jojojó).
En fin, a lo que quiero llegar es que en la pluma de Márquez todo es fantástico, hasta pelar tomates sonaría a gloria en manos de este señor.

Poco después de salir a vacaciones de la Universidad (que no hacen ni dos semanas) iba en el carro con mi mamá. Ella me preguntó que qué pensaba hacer para pasar ocupado. Sin mucho dudar le dije: "Quiero escribir". Y aunque yo no sea García Márquez, ni logre que la "pelada" de un tomate suene a poema del Siglo de Oro, pienso comenzar por el comienzo (¡uy!, una redundancia; no importa, es a propósito). Y quiero que ese comienzo sea aquí, en mi blog. Espero que lo disfruten tanto como yo mientras escribo, y si no... pues váyanse a comer mie...

...l de abeja, no sea que se les baje el azúcar del coraje.


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P.D. respecto al título. "La literatura es como el cubo de la leche de burra, porque cabe de todo en ella" (Atilio Gómez, profesor de lenguaje y literatura. Noveno Grado. Liceo Salvadoreño). Era pregunta de examen, y ¿qué creen? La saqué mala. Pueda que todo entre en el cubo de leche de burra, pero esa metáfora no entró en mi imaginación a la hora de la prueba. Mejor suerte a la próxima.